Sitio casi sagrado donde cuerpos y almas se encuentran para expiar penas, descubrir deseos y alimentar esperanzas, la cantina suele ser el espacio propicio para que los humanos, solos o en compañía, hagan expansivos sus alegrías y dolores, abran el pecho para dejar salir confesiones o eliminen esas barreras que fuera de ahí les impiden soltar el llanto. Y entre las miles y miles que hay en México, acaso la cantina que aparece en estas páginas sea la más conocida.
Los parroquianos que ocupan las mesas del Lontananza son hombres doblados por la cotidianidad, que tal vez lo han perdido todo, excepto el impulso de soñar con ser los protagonistas de su existencia: el desempleado que quiere ser el centro de atención en la cantina; el amante despechado; el poeta sin imaginación en busca de historias ajenas; el empresario en quiebra con nuevas ocurrencias para salir a flote; el que est...leer más